(1979) Abogado constitucionalista. Profesor de estudios políticos e internacionales desde 1998 (UC, UNESR, UCV, USM). Colaborador de medios internacionales (Inglés, Portugués, Italiano) Escritor en prensa. Colaborador en tv internacional

lunes, 22 de abril de 2013

Hembrismo, una copia del machismo


Por: Jesús Silva R.

El hembrismo no se parece en nada al feminismo, pues este último está representado por un sistema de principios que procuran la implantación de la igualdad de género en todos los ámbitos de la vida humana; mientras que el primer concepto (hembrismo) significa una visión de barbarie, e inclusive violencia, en cuanto a las relaciones de poder en la sociedad, donde las mujeres imponen un régimen de supremacía y dominación sobre los hombres, tal como muchos de ellos lo han hecho en las sociedades patriarcales.

Aunque en la historia, el hembrismo sea cuantitativamente inferior al machismo (y nadie duda que ancestralmente el machismo ha sido un gran flagelo para la humanidad), no deja de ser pertinente denunciar los efectos nocivos que estas sectas radicales del hembrismo (cada vez más numerosas) causan en la vida social, ya que precisamente sus desviaciones atentan contra el prestigio de la mujer moderna (solidaria, fraternal, justa y democrática) que en el siglo XXI es admirable protagonista en los escenarios de la educación, la ciencia, la política y el trabajo.

Por lo tanto el hembrismo no identifica a una mujer futurista que ha superado la antigua sumisión de sus ancestras frente a la dictadura patriarcal, por el contrario ejemplifica un pensamiento rudimentario y salvaje inspirado en la violencia injustificada y el no reconocimiento a la dignidad de las personas, vale decir, base esencial de la convivencia humana.

En efecto, lo más lamentable del hembrismo es su carácter de doctrina inculcada a través de generaciones de féminas que transfieren unas a otras una serie de inconvenientes prejuicios y resentimientos contra los hombres, vale decir, un rencor que supone la guerra contra "los machos", como si la mala experiencia en convivencia, con uno o varios de ellos, fuera elemento suficiente para calificar negativamente a toda la población de hombres, es decir, como si un individuo representara la totalidad.

Es así que frecuentemente, la madre, la hermana, la pariente o la amiga cercana (que han experimentado el divorcio, la separación, la maternidad en soltería, la violencia en el hogar, años de matrimonio disfuncional y conflictivo, o simplemente el maltrato por el hombre en cualquier otra situación) se convierten en hembristas veteranas (profesoras) al adoctrinar a las mujeres más jóvenes (incautas) en el prejuicio contra los varones, basándose en un traslado de infelices experiencias propias que violan el razonamiento lógico, pues en efecto, cada persona vive circunstancias propias de modo, tiempo y lugar que hacen absurda la imitación de conductas ajenas como supuesta solución a problemas personales.

Sin embargo, el hembrismo, familiarmente promovido, conlleva a la mujer joven (aprendiz) a emprender una confrontación por el poder contra el hombre, la cual, en la mayoría de las veces, no es deseada ni correspondida por su compañero, generándose así, la inevitable pérdida de afectos, episodios de incomprensión y ruptura de vínculos, evidentemente motivados por ese enfermizo hembrismo que fue inyectado a la pareja por inescrupulosos agentes externos (terceras personas).

A la discípula hembrista se le educa para el egocentrismo (actitud que pareciera enorgullecer a sus maestras y ancestras hembristas) y se le incita a imitar las conductas más repudiables del machismo tradicional, tales como un comportamiento imponente y dominante, así como una superioridad (siempre acompañada del alarde frente a la sociedad) en las relaciones de poder frente a los hombres, que incluyen el trabajo, el estudio, la pareja, la capacidad económica, la política, la sociabilización, la reputación y por supuesto la sexualidad.

El pensamiento hembrista, aparentemente fundado en un afán de revancha contra siglos de patriarcado y sometimiento machista, anula las posibilidades de construir una nueva sociedad que supere las viejas injusticias, es decir, un sistema basado en la igualdad real entre mujeres y hombres.

Por el contrario, el hembrismo fomenta la destrucción de las relaciones sociales en armonía y se orienta en un delirio prepotente (ideado por culturas primitivas y atrasadas) de instaurar un modelo de opresión sobre las personas que va contra la propia naturaleza humana y las reglas de una sociedad democrática, fraternal y respetuosa de la igual dignidad de sus integrantes, tal como lo plantea el movimiento feminista mundial, del cual, millones de mujeres y hombres formamos parte activamente.

Nunca olvidemos que todo el que posee un falo, no siempre es un machista; ni toda la que tiene una vulva necesariamente es una feminista. Pues la igualdad de género y el feminismo se basan en la cosmovisión de un mundo sin violencia ni sometimiento; y no obedece a la cualidad implícita de haber nacido mujer u hombre.

sábado, 20 de abril de 2013

Chisme... Introducción al análisis


Por: Jesús Silva R.

Según la Real Academia Española, por chisme se entiende: "Noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna".

Aunque mucho se comenta sobre el chisme desde el punto de vista cotidiano porque a veces causa risa y a otras indignación, dependiendo de la relación directa que tenga con éste (sea usted víctima o victimario), lo cierto es que rara vez se ha publicado un estudio metodológico o sistemático para explicar las razones que convierten en chismosos a individuos que parecerían normales.

Para tal fin, apelamos un enfoque de la realidad humana que reconoce el desarrollo económico como base de la cultura, la política, las normas, la ideología, la tradición, la moral, las instituciones y demás aspectos que rigen la vida de la sociedad.

Considerando la influencia general de la economía, es posible diferenciar el bienestar mental, de las personalidades más desarrolladas en las actividades del trabajo y la producción de riquezas, frente a aquellas que se encuentran perdidas en la desocupación, la falta de oficio o excesivo tiempo disponible para la ociosidad. 

Es el caso que desde el origen de la especie humana, el trabajo ha sido un elemento esencial para el progreso de la capacidad cerebral del individuo, ya que a través de la actividad laboral permanente es que la humanidad ha acumulado inmensos saberes y producido las valiosas obras científicas y tecnológicas, que generación tras generación, han favorecido al mundo hasta nuestros días.

Resulta un hecho evidente en el transcurrir del tiempo, que los mejores talentos del ser humano se manifiestan mediante el trabajo productivo, y en tal sentido, es obvio también que la ausencia de desempeño laboral (trabajo), perjudica la naturaleza humana al crear deterioro en las capacidades mentales y aptitudes del individuo.

Abordando el punto del deterioro intelectual de la persona y de la falta de actividad laboral, como causante de este terrible mal, es relevante ubicar en el contexto actual de la sociedad competitiva, las consecuencias que los sujetos con estas características de desventaja sufren en sus relaciones sociales. 

Nótese que si el trabajo es el motor del desarrollo intelectual y material de la gente, y es bien conocido que en la sociedad actual hay más demanda de empleo que ofertas para trabajar, no cabe duda que existe una competencia laboral que genera como resultado que algunos salgan victoriosos, alcanzando nuevas posiciones y otros caigan frustrados e ingresen a la masa de los marginados del mundo productivo.

He allí el escenario (circunstancias sociales) de partida que impulsa a emprender el oficio del chismoso, se trata principalmente de quienes no han logrado satisfacción ni plenitud mediante el cumplimiento de los objetivos deseados (personas que no están viviendo la vida que han querido vivir). 

Son éstos quienes más se destacan por promover especulaciones, rumores, maledicencia o injurias que de alguna manera puedan menoscabar la reputación de aquel que tiene la dicha de haber conquistado alguna meta o situación favorable, que es codiciada en una comunidad determinada o en la mayoría de la sociedad.

Ahora bien, habiendo aclarado que la existencia de desigualdad social en el campo del trabajo es una injusta realidad provocada por el sistema económico excluyente y por ende, un fenómeno generador de resentimiento, que a su vez motiva a la fabricación del chisme para desacreditar a quienes se encuentran en mejor situación; es fundamental agregar ahora que el origen de esta problemática nace del trabajo, pero siempre se extiende al universo de los bienes, valores, dones y atributos de la sociedad, siempre por la infeliz situación de que unos son propietarios de tales y otros no.

Es así que por ejemplo, quienes poseen talento, inteligencia o gracia, son frecuentemente objeto de matrices de opinión negativas (chismes) que persiguen desprestigiarlos frente a la colectividad, con el propósito de derribarlos de la próspera posición social que ocupan a consecuencia del agrado, admiración, confianza o respeto de la gente.

Es precisamente la envidia de los individuos vacíos, opacos y carentes de bienes sociales que iluminen su espíritu propio, quienes más sufren envidia como resultado de su insatisfacción personal; y es esa envidia, ese deseo ilegítimo de arrebatar la riqueza moral, intelectual o material del otro, lo que causa la amargura al envidioso y que a continuación lo conduce a desplegar el chisme como actividad maligna mediante la cual aspira degradar o reducir los méritos públicos de su víctima para entonces remediar la sensación de inferioridad que en el fondo el victimario tiene contra ésta.

Desde el punto de vista de las carencias e inconformidades en la realización personal se explica que individuos aparentemente afortunados (miembros de la clase social privilegiada), con un buen empleo, una empresa, una vida familiar estable, amistades genuinas, etc., se sientan en el fondo miserables e insatisfechos, ya que independientemente de los bienes materiales o espirituales que posean a su alrededor y que despierten admiración en terceras personas, la realidad es que estos seres humanos no están ejerciendo la actividad que realmente los complace, ni viviendo la vida que verdaderamente desean.

Por tales motivos, plagas como el chisme y la envidia (esta última madre de la primera), son fenómenos que afectan a todas las clases sociales (burguesía, capas medias, trabajadores, pequeña burguesía, etc.) es decir, tienen carácter policlasista, pero no constituyen un asunto meramente psicológico o afectivo, sino el producto objetivo del régimen social mercantilista donde la humanidad no dispone de libertad plena para desplegar y ejercitar todas sus capacidades creativas y productivas y por tal motivo surgen desigualdades y contradicciones en el ámbito de las relaciones sociales que conllevan a la insatisfacción, la infelicidad y las malas conductas que afectan la convivencia.

En efecto, si trabajáramos mancomunadamente en una sociedad de amigos, si todos pudieran dedicarse a las tareas de preferencia propia y tales fueran suficientes para vivir confortablemente, universalmente gozaríamos de una alta calidad de vida material, intelectual y espiritual que haría desaparecer a envidiosos y chismosos, habida cuenta de que no tendrían resentimiento que padecer, ni materia sobre la cual pronunciarse, ni infamia que fabricar, ni especulación que difundir de puerta en puerta, ni cretino comentario que esparcir mediante pin, e-mail, facebook, twitter, messenger, teléfono, susurro al oído, etc.

En definitiva, el trabajo, entendido como actividad cuyo valor radica en la creatividad, productividad y aporte a la sociedad, es lo que nos brinda gratificación personal y aprecio de la comunidad. Sólo el trabajo sano y feliz nos libera de conductas mediocres y atrasadas, como el chisme y la envidia, pues muy al margen de que con una posición social determinada materialmente nos hagamos ricos o no, lo importante es la riqueza espiritual, intelectual y moral que se conquista auténticamente y que nos consolida como personas libres de conductas primitivas e instintos de rapiña como los que hemos denunciado.