Prof. Jesús Silva R.
Publicado en Diario El Aragüeño - 21.01.13
Imaginemos por un instante si nuestra gloriosa Universidad Central de
Venezuela, institución para la cual quien suscribe presta servicios como
trabajador docente fuera víctima de la intervención del Estado a través de un
tribunal debido a la petición irresponsable y mezquina de algún miembro de la
comunidad universitaria que no comparte el régimen jurídico interno de nuestra
amada Casa de Estudios o sencillamente porque no ha resultado favorecido por la
decisión de una asamblea de profesores o estudiantes. El resultado de esa
aventurera acción sometería a la universidad al grave riesgo de perder su
autonomía y nunca más recuperarla.
Este ejemplo se extiende a otras personas jurídicas, sean del ámbito público o privado, llámense asociaciones, corporaciones, gremios, clubes, empresas etc.
Pues cuando un integrante o una arribista minoría de ellos, recurre a mecanismos externos, maniobras leguleyas, campañas de sabotaje y difamación o cualquier tipo de abusos para imponer forzosamente sus intereses propios por encima del colectivo y del ordenamiento jurídico interno que protege a la asociación, es evidente que está destruyendo el régimen de convivencia y promoviendo que esa misma entidad termine siendo definitivamente intervenida o expropiada, según sea el caso.
Así como el intervencionismo del Estado en el sistema universitario pudiera ser la consecuencia final
si por conflictos internos y falta de diálogo se genera una apariencia de
anarquía, caos, guerra interminable o ingobernabilidad universitaria; lo mismo
puede acontecer con cualquier otra institución o agrupación de la vida social.
Por eso no se deben despreciar las vías internas, como por ejemplo la bondad
democrática de la Asamblea; esta es según el Diccionario de la Real Academia
Española (DRAE): una “reunión numerosa de personas para discutir determinadas
cuestiones y adoptar decisiones sobre ellas”.
De allí que sea requisito
esencial para la democracia y la convivencia sana garantizar espacios como la
asamblea para la discusión de los temas fundamentales y la búsqueda de acuerdos
basados en el razonamiento, el humanismo, los objetivos comunes y el espíritu
unitario.
La Asamblea como organismo superior de la corporación, es al mismo
tiempo el escenario legítimo y más conveniente para que el conjunto de
asociados manifiesten mediante ideas y actos, su compromiso efectivo con el interés y buena marcha de la persona
jurídica por ellos conformada. Celebrar una asamblea siempre favorece a la
totalidad de asociados, nunca a un segmento, pues representa el escenario
democrático por excelencia para la toma de grandes decisiones, corregir las
equivocaciones y revitalizar la unidad entre miembros de una misma familia.
Formalidades no esenciales e interpretaciones jurídicas confusas jamás
deben convertirse en obstáculo para que la comunidad ejerza su libertad de
expresión en esos escenarios abiertos, públicos y voluntarios como los que
permite la asamblea. Según la DRAE, autonomía es la potestad que dentro de un
Estado tienen municipios, provincias, regiones u otras entidades, para regirse
mediante normas y órganos de gobierno propios.
Como ucevistas somos
consecuentemente autonomistas y llevamos dignamente esa doctrina a todos los
ámbitos nuestra vida pública y privada; nos negamos a la tesis de un Estado autocrático
e interventor judicial de la vida de los ciudadanos y las asociaciones que
ellos legítimamente han fundado. Si golpeamos nuestra autonomía, abrimos las
puertas a que al final nos arrebaten lo nuestro y que tanto esfuerzo le
ha costado a esa mayoría social de nuestra de clase media, vale decir, mujeres
y hombres que conducen diversas asociaciones.
La buena marcha de la asociación depende de una actuación sabia, que
entienda siempre la política como la ciencia de transformar la voluntad
individual en una voluntad comunitaria para así lograr grandes objetivos
sociales. Nunca pretender que un bloque aplaste al otro, ni tomar el gobierno
por la fuerza o el engaño.
De lo que se trata es unificar los bloques mediante
la praxis del diálogo, la búsqueda de factores que nos unan, el consenso, el
respeto por la diversidad, el agotamiento de vías internas y el reconocimiento
del otro, todo esto en el marco de la autonomía y sin el intervencionismo de entes extraños.